“EVALUACIÓN DE PERSUASIÓN COERCITIVA EN CONTEXTOS GRUPALES” José Miguel Cuevas Barranquero
La gran mayoría de las personas, especialmente en occidente, tiende habitualmente a explicar la conducta del individuo en base a sus características personales.
En este sentido hay una tendencia equivocada en la que las personas minusvaloran o incluso niegan el importante impacto situacional y social en la conducta de las personas (Moya, 1998; Morales, Moya, Gaviria y Cuadrado, 2010; Gaviria y Morales, 2013).
Es por ello que la psicología social pone el foco atencional en la situación en la que se produce la conducta y por ende en las relaciones sociales y grupales (Fiske, 2010, Gaviria y Morales, 2013).
Este impacto de los otros sobre la conducta de los individuos tiene mucha relación con el hecho de que los grupos resultan esenciales para la satisfacción de sus necesidades, para obtener apoyo social, estima, autorrealización, afecto o estabilidad emocional (Canto, 2006).
Los grupos también son necesarios para suplir necesidades más primarias, como aquellas relacionadas con la seguridad o la supervivencia. Las personas dependen de otros individuos para la consecución de determinadas metas y para poder satisfacer sus deseos (Shaw, 1981).
No puede comprenderse la conducta individual sin atender al contexto grupal. Desde el nacimiento, los grupos contribuyen notablemente al desarrollo de la personalidad, creencias y actitudes (Canto, 2015).
Satisfacen la necesidad de pertenencia, facilitando la consecución de metas conjuntas así como poder compartir intereses comunes (Baumeister y Leary, 1995; Fiske, 2004).
Algunos de los beneficios que supone los grupos son los siguientes (Stangor, 2004):
1) Supervivencia: para sobrevivir como especie la humanidad ha requerido de estructuras y normas grupales (Buss y Kenrick, 1998). Tal como describe Fiske (2010), las personas necesitan a los demás para sobrevivir y prosperar, considerando la sociabilidad como una tendencia innata y característica del ser humano. Esta misma autora sostiene que la investigación científica ha demostrado sobradamente cómo dentro de los grupos se vive más y mejor. Así, se viven más años cuando se tienen más vínculos sociales, es decir, cuando se tiene pareja estable y/o cuando se mantienen contactos con la familia extensa y amigos, así como otras afiliaciones formales e informales. Es tan significativa la relación entre longevidad y los vínculos sociales, que incluso superan a otras variables conectadas con la salud física, como el consumo de tabaco y alcohol, la actividad, la obesidad, la clase social, la raza, la edad, la satisfacción con la vida o el uso de servicios preventivos de salud (Fiske, 2010; Gaviria y Morales, 2013).
2) Reducir la ansiedad: contribuyen a evaluar el peligro, a través de la comparación social y de esta manera, reducir la ansiedad (Cohen y Wills, 1985).
3) Autoestima positiva: las comparaciones sociales con personas que se estiman peores facilitará que los miembros se sientan mejor con ellos mismos (Goethals y Darley, 1977).
4) Precisión social: los grupos permiten validar las opiniones, actitudes y valores de sus miembros (Suls y Miller, 1997).
5) Identidad Social: identificarse con otros miembros del grupo produce sentimientos positivos hacia estos (Tajfel, 1984).
6) Productividad: los miembros son más productivos e innovadores, permitiendo concluir tareas complejas (González, Silva y Cornejo, 1996).
7) Pertenencia: previenen la soledad, construyen relaciones positivas y duraderas con otras personas (Baumeister y Leary, 1995).
8) Apoyo Social: aporta sentimientos de amor, afecto y valoración que tienen efectos positivos sobre la salud.
En línea con las últimas dos ventajas, todo grupo, en potencia, puede facilitar relaciones positivas y soporte, dando la opción de proporcionar apoyo social. Existen evidencias de que el apoyo social está asociado, entre otros, con la salud física y mental (Harlow y Cantor, 1996), el autoconcepto, el clima social, el bienestar psicológico o incluso el rendimiento académico o laboral (Feldman, Gonçalves, Puignau, Zaragoza, Bagés y De Paulo, 2008; Vivaldi y Barra, 2012; Torres, Pompa, Meza, Ancer y González 2010). El apoyo social también ha mostrado su eficacia para reducir comportamientos disruptivos, como las conductas desafiantes en el contexto escolar (Escribano et al, 2014).
Por otro lado, parece que la percepción que se tiene respecto al apoyo social o la ayuda con la que se cuenta, resulta más determinante que la ayuda real en sí misma (Shebourne y Stewart, 1991; Rosa-Rodríguez, Negrón, Maldonado, Quiñones y Toledo, 2015).
Con todas estas ventajas en juego resulta destacable la importancia de satisfacer las necesidades afiliativas, comprendiéndose mejor los notables esfuerzos que invierten los individuos en poder asociarse y vincularse con otros semejantes (Kaplan, Cassel y Gore, 1977). Por todo ello los grupos resultan tan sumamente importantes como atractivos.
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