Iglesia Universal del Reino de Dios (Teatro, templo y mercado)

El pentecostalismo es el movimiento religioso de mayor amplitud del siglo XX. Nacido en el sur rural de los Estados Unidos en los primeros años del siglo, en continuidad con las experiencias de “santidad” que despertaron al protestantismo norteamericano posterior a la guerra civil, su primer estallido está fijado por la tradición pentecostal en  1906 en la calle de Azuza, en un suburbio de la ciudad de Los Ángeles. Esta pequeña congregación animada por el predicador negro William Seymour agrupaba unos cuantos migrantes blancos pobres y negros quienes empezaron a sentirse poseídos por el Espíritu Santo y a hablar en lenguas extrañas como signo de aquel cambio. A partir de entonces, esta sorprendente exaltación religiosa se propagó hacia las principales ciudades norteamericanas y desde allí, en la década de los años 1910, hacia África, Asia, Europa y América Latina.

                                                   

En la región latinoamericana el primer culto pentecostal fue celebrado en una congregación metodista de Valparaíso en Chile en 1909 provocando una disidencia inmediata con la fundación de la Iglesia metodista pentecostal en 1910, sociedad religiosa que reagrupa hoy en día más de un millón de miembros en Chile donde es la primera organización religiosa después de la Iglesia católica romana. Fenómenos similares ocurrieron en el noroeste de México a partir de 1914 y en Brasil donde, en la misma década, se fundaron la Asamblea de Dios en Belem y la Congregación cristiana en Sao Paulo. En Brasil también, la Asamblea de Dios es hoy en día la primera organización religiosa no católica del país con más de 10 millones de miembros. Este crecimiento espectacular se desarrolló sin embargo muy lenta y solapada mente hasta los años 50 en toda la región latinoamericana. El movimiento pentecostal crecía, de hecho, entre las poblaciones urbanas y rurales semianalfabetas y pobres, bajo el impulso de misioneros de origen norteamericano. A partir de los años 50, las grandes transformaciones económicas de la región latinoamericana bajo la expansión de la economía de mercado y la desestructuración de las economías rurales consuetudinarias acarrearon millones de desempleados del campo hacia las periferias urbanas. Con el crecimiento de los grandes cinturones urbanos, las iglesias pentecostales conocieron un impulso sin precedente entre esta población desarraigada bajo la conducción de un liderazgo popular de origen latinoamericano. Se fundaron entonces unas cuantas sociedades religiosas nacionales de rápido crecimiento exponencial como fue el caso de la Iglesia “Brasil para Cristo” del ex albañil nordestino Manuel de Melo transformado en dirigente religioso de éxito. Una tercera ola de sociedades religiosas pentecostales latinoamericanas vio la luz en la década de los 80 cuando nuevas sociedades fueron creadas por dirigentes que supieron recurrir a los medios modernos de comunicación y transformar el mensaje y las prácticas pentecostales en bienes de consumo para las masas suburbanas como para los sectores medios de la población.

Leonildo Silveira Campos nos presenta un ensayo particularmente estimulante sobre la más llamativa de esas iglesias de tercera generación pentecostal, la Iglesia Universal del Reino de Dios, fundada en 1977 por el obispo Edir Macedo en Rio de Janeiro. El autor no se contenta con ofrecernos una mera recopilación del crecimiento de una sociedad exitosa. Forja y elabora un aparato conceptual para hacernos entender lo que caracteriza aquellos nuevos movimientos religiosos: su capacidad de articular los discursos y las prácticas religiosas tradicionales a una lógica de mercado. Hasta entonces el pentecostalismo se había interpretado de manera clásica como movimiento de adaptación de los migrantes rurales a la racionalidad urbana (Willems, Martin), como contra sociedad que responde a los procesos anómicos vividos por los mismos migrantes (Lalive d’Epinay), como catolicismos de substitución (Bastian), o como discurso de la alabanza a la dimensión infrapolítica (Corten), entre otros. El mérito de la obra de Silveira Campos es de articular a la vez el carácter tradicional del pentecostalismo y su dimensión hipermoderna. De hecho, el autor pone hincapié tanto en la capacidad de la IURD para recuperar los discursos y las prácticas de la religiosidad popular, en particular en torno a las prácticas taumatúrgicas, como en su habilidad de desarrollar técnicas de mercadeo adaptándose al universo televisivo para vender productos llamativos. Esta articulación exitosa explica, sin duda alguna, la formidable expansión que ha conocido esta empresa religiosa, expansión no solamente nacional, pero ante todo internacional. El autor nos explica de qué manera esta sociedad pentecostal ha logrado transformarse en una verdadera transnacional religiosa a través de lo que podemos llamar la fluidez y la hibridez del modelo. La aceleración de los intercambios y la transnacionalización religiosa estimulan la búsqueda del éxito por parte de estos actores religiosos competitivos. Para aquellos movimientos, la ley del resultado se transforma en un criterio de logro accesible. Así, se pone en marcha una lógica de empresa que anima la difusión global del pentecostalismo y que Silveira Campos reconstruye en el marco de la IURD. De la misma manera que la IURD, los pentecostalismos contemporáneos son verdaderas empresas productoras y distribuidoras de bienes simbólicos religiosos hacia distintos grupos sociales, de manera multilateral. La multilateralidad de los intercambios que facilita la lógica de mercado induce una transformación del tipo de producto ofrecido. En un contexto de urbanización acelerada, se amplía la hibridación cultural. El eclecticismo de las prácticas y de las creencias de la IURD como de otras sociedades pentecostales corresponden a esta tendencia generali zada a la transnacionalización. Eso transforma el pentecostalismo mismo. Mientras globalmente hasta los años 60, el pentecostalismo latinoamericano respondía en sus discursos y prácticas a un régimen de “verdad” cercano al modelo religioso protestante heredado, desde entonces una religiosidad endógena híbrida se construye bajo un régimen de “resultado” al utilizar de manera ecléctica elementos proviniendo de varias fuentes locales, nacionales y transnacionales. El gran mérito de esta obra el desentrañar las modalidades de conformación de este nuevo régimen religioso para el cual predomina el rendimiento y el logro sobre la veracidad y la ortodoxia. Más allá de los juicios de valor que han animado una prensa hábil para denunciar los excesos de un movimiento religioso al crecimiento exponencial, el autor propone una explicación sociológica del fenómeno que abre nuevas perspectivas y logra convencer en la medida en que permite descentrar la mirada y explicar en lugar de condenar.

1.- El pentecostalismo y la Iglesia Universal en el vaivén de las investigaciones y los paradigmas
2.- Teatro y religión: la teatralización de lo sagrado en la Iglesia Universal
3.- Templo y Religión: espacio cúltico y ritos en la Iglesia Universal
4.- Religión y mercado: La Iglesia Universal y la teoría de la 'mercantilización' de lo sagrado
5.- Marketing y Religión: la 'marketización' de lo sagrado en la Iglesia Universal
6.- Propaganda y religión: la comunicaciónde la Iglesia Universal
7.- Religión y retórica: el discurso de la Iglesia Universal
8.- Teología de la Iglesia Universal
9.- Organización y religión: administración de la Iglesia Universal 10.- Consideraciones finales: cuestiones que desafían el futuro de la Iglesia Universal

IURD Teatro templo y mercado.pdf (1830288)

Jean-Pierre Bastian

Centre de Sociologie des Religions

Université Marc Bloch de Strasbourg

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