La persuasión coercitiva: una forma de coacción.
La persuasión coercitiva es un mecanismo cognitivo que opera a través de creencias falsas e ideas erróneas. Lleva a una víctima a pensar que es deseable y conveniente perpetuar el vínculo que mantiene con su agresor.
La persuasión coercitiva es un mecanismo presente en muchos contextos de abuso o maltrato. Está presente en las relaciones de pareja violentas, en las familias autoritarias o en cualquier tipo de vínculo que se base en el esquema de dominación y sumisión.
Este mecanismo se implementa con el fin de que la persona afectada acepte y prolongue el vínculo de maltrato. La persuasión coercitiva se vale de emociones como el miedo, el amor, la culpa, la vergüenza y el rechazo a la soledad para ser efectiva.
Cuando se establece una diada de maltratador y víctima, también se forjan fuertes vínculos de dependencia. El uno necesita del otro. La violencia está en la esencia de todo y se vale de múltiples instrumentos. Estos van desde la persuasión coercitiva hasta la violencia física. Todo ello conforma un ciclo del que es difícil salir.
La persuasión coercitiva
La persuasión coercitiva es un mecanismo que opera en los vínculos de maltrato. Su función es la de crear en la víctima la convicción de que necesita profundamente a quien le maltrata; el maltratador inocula en los pensamientos de la víctima la idea de que, a pesar del sufrimiento actual, es mucho mejor que esté con él que sin él.
“Si no vales para nada, ¿dónde vas a ir tú?” Se trata de una proyección de invalidez que coloca en un lugar muy vulnerable a la víctima.
Como tal, este mecanismo se vale de un texto, pero no se limita a este. Hay agresiones verbales y el contenido de estas tiene que ver con la descalificación de la víctima. Se ataca su autoconcepto, se recalca su inferioridad y se hace hincapié en sus vacíos y fallas. El discurso está orientado a destruir el amor propio y la confianza de otra persona.
Sin embargo, el tema no se queda solo en palabras. La persuasión coercitiva también opera a través de gestos y acciones. Dentro de estas se encuentran las agresiones físicas, las amenazas (veladas o no), las privaciones, aislamiento de la víctima, etc. Todo ello en conjunto opera como un conjunto de argumentos para “persuadir” al otro de que no hay escapatoria.
El miedo en la víctima
El miedo es un instrumento esencial en la implementación de la persuasión coercitiva. Básicamente toma la forma de amenaza, incluso más que de acciones reales. Hay toda una serie de advertencias sobre los grandes males por venir en caso de romper el vínculo con el maltratador.
Ocurre cuando, por ejemplo, un empleado es sometido a acoso sexual por su jefe. Además del miedo obvio a perder el trabajo, se le advierte que no hay testigos y que, por lo tanto, ninguna acción judicial va a prosperar. O se le dice que nadie del entorno va a respaldar una eventual denuncia, pues todos dependen del empleo y no se enfrentarán con el jefe.
El recurso al miedo busca que haya una paralización de la respuesta en la víctima. En la persuasión coercitiva hay una especie de “maltrato impredecible”, es decir, confuso y expectante para quien es objeto de este. Es precisamente ese estado el que puede reducir o minar la capacidad de reaccionar o actuar frente a las agresiones.
El afecto y la culpa
El afecto y la culpa también son emociones funcionales a la persuasión coercitiva. No es raro que una víctima guarde sentimientos afectuosos hacia su agresor. A veces porque es su pareja, su pariente o su amigo. Otras veces porque se asume que esa persona ha hecho algo significativamente bueno por uno.
Ese afecto lleva a una especial “comprensión” frente a las agresiones. Muchas veces se minimizan o se asume que son una excepción a la regla. También llega a creerse que se trata de episodios pasajeros. Esto es una forma de negación que, a su vez, alimenta el ciclo de violencia, justifica la dependencia y se convierte en soporte de la persuasión coercitiva.
El sentimiento de culpa y la vergüenza cumplen un papel similar. En el marco de una relación de maltrato no es raro que la víctima se autoinculpe. Esto otorga un cierto sentimiento de control sobre lo que ocurre. Así mismo, hace un poco más razonables las agresiones de las que se es objeto. Sin embargo, también ayuda a paralizar la capacidad de reacción.
Así mismo, es usual que una víctima se avergüence de haber sido agredida. De uno u otro modo, el agresor es visto como una extensión de uno mismo. Así que lo que hace, en particular lo que hace mal, genera vergüenza. Miedo, afecto, culpa y vergüenza son las herramientas de la persuasión coercitiva. En conjunto, perpetúan los ciclos de la violencia.
Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas el 21 Febrero, 2021.
Escrito por Edith Sánchez, 21 Febrero, 2021