PSEUDOTERAPIAS PELIGROSAS QUE NO HAY QUE LLEVAR A LA PRÁCTICA (Entrevista a Miguel Pastorino de RIES)

Desde yoga con cabras hasta sanación con cristales, las propuestas enfocadas al bienestar inundan el mercado con promesas que hacen fruncir el ceño a buena parte de la comunidad científica. En la revista uruguaya Paula, han querido contar con un académico, que separa la paja del trigo y recomienda ir con cuidado.

Terapias peligrosas para la salud

A fines de enero, mientras daba un discurso en el Sheldonian Theatre de Oxford, el director del Servicio Nacional de Salud de Inglaterra (NHS), Sir Simon Stevens, llamó la atención sobre la alta disponibilidad on-line de productos y procedimientos de riesgo para la salud. No contento con la denuncia, el analista en políticas públicas se despachó sin pelos en la lengua contra la más reciente iniciativa de Goop, la firma de la actriz convertida en gurú del lifestyle, Gwyneth Paltrow.

“En medio de controversias por huevos vaginales de jade y velas con aromas inusuales, Goop apareció con una nueva serie de TV, en la que Gwyneth Paltrow y su equipo prueban tratamientos faciales vampíricos y respaldan a un trabajador del cuerpo, que afirma curar traumas fisiológicos agudos y sus efectos colaterales, simplemente moviendo sus manos a dos pulgadas de distancia del cliente”, sentenció Steven. En el mismo discurso, el especialista resaltó los considerables peligros para la salud que algunas de estas terapias implican y advirtió acerca de la falta de evidencia científica que las avale.

El cuestionamiento de la NHS no fue el único, y pronto se sumaron varias voces de alerta. El programa de Paltrow, emitido por Netflix, consta de seis capítulos unitarios dedicados a tratamientos no convencionales. Dada la controversia, Netflix publica un descargo al inicio de cada entrega, advirtiendo al espectador acerca del carácter no médico de la serie. Sin embargo, muchos lo encontraron entretenido, informativo y hasta útil. Es que cuando se trata de la salud y del bienestar, la búsqueda de respuestas no siempre va por el camino de la ciencia.

De las sectas tradicionales a la nueva situación

Apuntando a esta temática, Julia Helena Romei, de la revista Paula, habló con el licenciado en Filosofía y magister en Comunicación Miguel Pastorino, quien además estudió de forma interdisciplinaria las ciencias de la religión y es miembro fundador de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES).

¿Cómo surgió su interés en el estudio de las llamadas terapias alternativas?

− En realidad, empecé mucho más interesado en el estudio de lo religioso y sobre todo de la historia de las creencias; también enseño sobre la relación entre ciencia y religión, y resulta que históricamente, sobre todo a mediados del siglo XX, el fenómeno sectario se estudiaba como grupos religiosos aislados, con líderes carismáticos. Pero las ciencias sociales abandonaron el término secta porque empezó a ser usado en forma discriminatoria y no daba cuenta del fenómeno. Por ejemplo, un grupo minoritario con una religión nueva era tildado de secta simplemente por ser una minoría extraña al contexto.

Para no discriminar a estos nuevos movimientos religiosos, el término desapareció de la Academia en el ámbito de las ciencias sociales; mejor dicho, de la sociología y de la antropología de la religión. ¿Quiénes lo mantienen? Los que se dedican a la psicología de la religión y hablan más bien de conductas sectarias, comportamientos sectarios o grupos de abuso; utilizan esa terminología. Esa misma gente que yo estudiaba de pronto cambió el lenguaje.

Entonces empecé a conocer; de hecho, participé en un congreso de la Universidad Autónoma de Madrid en el que se presentaron investigaciones actuales sobre el fenómeno sectario, y la mayoría estaba en el campo de la psicología. Las investigaciones eran sobre grupos no religiosos donde se daba el mismo fenómeno. Por poner un ejemplo, la famosa secta de Osho, del que hay un documental muy bueno en Netflix, que se llama Wild Wild Country, muestra la manipulación psicológica de un colectivo y lo que puede llegar a lograr.

Eso hoy ya no se encuentra tan fácilmente en grupos religiosos, aunque no quiere decir que no exista. Donde más proliferaron las denuncias y los casos de personas estafadas emocionalmente y de familias afectadas, es en un amplio abanico de pseudoterapias extrañísimas que se mezclan con terapias orientales serias, en las que se vuelve difícil discernir la acupuntura de una técnica inventada ayer que cura con energía extraterrestre. El tema es quién pone hoy claridad en el límite difuso entre lo que son terapias reales y creencias mágicas, o lo que se ofrece como terapia y es un discurso religioso.

Necesidad de discernimiento

¿Están en el mismo cajón las disciplinas orientales?

− No. Desde el punto de vista científico se puede tener dos posturas. Hay una mirada desde la ciencia médica que dice que todo lo que no esté validado por el método científico no se lo puede considerar confiable, y ahí quedan afuera las terapias como la acupuntura, la homeopatía, todo. Desde ese paradigma todo es pseudociencia.

Después, hay otra postura un poco más amplia que dice que hay un montón de tratamientos que no tienen validación científica desde el paradigma de la ciencia occidental, pero no pone en la misma bolsa a una práctica milenaria como la medicina china con alguien que ayer abrió un boliche y cura con energía extraterrestre y dos ángeles que lo visitan, y además roba palabras de la ciencia para que sea más pomposo. Entonces, de repente te encontrás con un Centro Holístico Terapéutico.

Términos como epigenética o mismo la psiconeuroinmunoendocrinología abren esa puerta…

− Eso es lo que pasa. La psiconeuroinmunoendocrinología está dentro de la psicología científica, y hay autores en ese ámbito muy serios, pero hay veces que entra dentro de la Academia la teoría casi esotérica; es muy difícil de delimitar. Creo que estamos en un campo donde tiene que ver la honestidad intelectual de quien se dedica a estas cosas. A mí me ocupa lo que la gente consume en la vida cotidiana, y ahí no es tan clara la distinción entre lo serio y la estafa.

El gobierno español tiene una campaña al respecto que se llama #coNprueba y circula un videíto en el que alguien va a un local a arreglar su celular roto, y quien lo atiende agarra el iPhone, impone sus manos y hace unos pases mágicos. Ante una situación semejante uno pensaría en ir a alguien serio, entonces la campaña del gobierno pregunta: “¿por qué hacés eso con tu salud?”.

El peligro del pensamiento mágico

¿Qué diferencia hay entre estas pseudoterapias y los curanderos de toda la vida?

− Muchas veces ninguna, solamente hay una adaptación al mundo posmoderno. Se pasan a un vocabulario pseudocientífico, cosas del pensamiento religioso mágico. Antes se hablaba de ángeles y demonios, y hoy son buenas y malas vibras o energías. Es lo mismo; se atribuye a una realidad imposible de demostrar sus efectos sobre la vida. Se está en el plano de las creencias y no de la ciencia. El antiguo adivino hoy es sensitivo; el que antes incorporaba espíritus actualmente se denomina canalizador o channeler, y no sólo de muertos, sino de extraterrestres y otras entidades. Es decir, que el lenguaje es modificado para hacerlo percibir como algo novedoso y científico, pero a veces son cosas que ya conocíamos de antaño.

¿Qué riesgos tiene esto?

− Para mí lo grave es que esto muchas veces se convierte en un problema de salud pública. En Uruguay hay libertad de cultos y bajo el artículo 5 de la Constitución, cada uno puede creer lo que quiera, profesarlo y ofrecerlo públicamente, siempre y cuando no vaya contra la moral, el bien público y no le haga daño a la gente. ¿Qué pasa cuando alguien ofrece una terapia que aprendió en un fin de semana con un péndulo y una varilla, y compite con alguien que hizo una carrera de años en la Universidad?

A su vez, ¿qué garantía tiene la persona de que está en manos de alguien en quien puede confiar? Ojo, a veces hay personas muy honestas y convencidas de esto, que hasta ejercen gratis, y este punto no es fácil: una cosa son las personas y otras son las ideas, y hay ideas que se vuelven peligrosas si se llevan a la práctica, por más que se tenga una buena intención. Un ejemplo, hay una doctrina teórica de origen esotérico, que entró en el mundo de las terapias, que es la famosa ley de atracción.

La del libro El secreto.

− Exacto, y sostiene que si pensás positivo te va positivo. En el fondo argumenta que la mente crea la realidad y entonces si te va mal en la vida, es tu culpa. Ese tipo de espiritualidad no se ofrece como interpretación, sino que se vende como ley; la autora lo equipara a la ley de la gravedad; es decir, que no es cuestionable, y la gente así lo consume.

Es una carga demasiado pesada sobre la persona…

− Efectivamente, y además genera una espiritualidad individualista, donde los problemas de los demás son de ellos y genera una negación de la injusticia social. Hay cuestiones que no dependen de mi mente. Yo uso un ejemplo medio duro para ilustrar esto: ¿la gente que muere de hambre en algunos países es porque no visualiza positivamente la comida? Claro que no. Esto implica no distinguir verdades parciales de dogmas.

La negación de la realidad

¿Cuál es el problema de ser positivos a toda costa?

− En el fondo es un mundo del confort incapaz de aceptar el límite de la enfermedad, del dolor y de la muerte, que en definitiva son los grandes dilemas del ser humano y que han generado las grandes preguntas filosóficas de la humanidad. ¿Qué pasa? Si yo vivo en una sociedad que sólo busca el confort y la solución a cada problema y la técnica, necesito encontrar una salida rápida. El tema es que estoy negando la realidad.

Acá se genera también un problema con la salud, y es que a veces en el discurso estos terapeutas dicen: ‘usted siga consultando al médico’, pero hemos investigado un montón de casos en que por el propio adoctrinamiento de la terapia se convierte en un peligro. Por ejemplo, vas a un seminario donde te enseñan que todas las enfermedades son emocionales y eso es verdad en parte, porque esto no es blanco o negro. Somos una unidad como seres humanos y muchos de nuestros males tienen una raíz emocional y nuestra vida emocional afecta nuestra vida orgánica. Eso no se puede negar. Ahora, afirmar dogmáticamente que toda enfermedad tiene un origen emocional, incluyendo el coronavirus, es ridículo.

¿Esa premisa es la de la biodescodificación?

− Exacto, es uno de los postulados de lo que se llamó la nueva medicina germánica, de donde derivaron después la bioneuroemoción y la biodescodificación, que son creencias con lenguaje pseudocientífico, pero que no tienen validación científica. De hecho, el Colegio de Psicólogos de Cataluña hizo un comunicado fuerte sobre la bioneuroemoción con preocupación. ¿Por qué? Porque obviamente hay gente buenísima haciendo estas cosas, pero, ¿qué pasa cuando tenés una enfermedad que necesita tratamiento y te convenciste de que el problema era emocional, por lo que dejás el tratamiento? Claro, nadie te obligó…

¿Qué se le argumenta a alguien que dice: ‘esto me hace bien y no me hace daño’?

− Muchos médicos se manejan con gran apertura, es decir que las terapias no validadas científicamente se catalogan como complementarias y no alternativas. Si a la persona le hace bien, adelante. Salvo que la estén manipulando y la estén metiendo en un mecanismo sectario. Ahí le están haciendo daño y el individuo no se entera. Ese es otro problema. Hay situaciones en las que detrás de sentirse bien o encontrar una respuesta, hay manipulación. Hay grupos que abusan y han radicalizado esta idea de lo emocional; le dicen a la gente que tiene que entrar en cuarentena porque están contaminados por las emociones de sus familiares, y que necesitan distanciarse de ellos, entonces no les dirigen la palabra por meses. Esta es una forma de aislar a la persona en su propia casa, sin necesidad de llevársela al campo.

Ahora, si bien muchos médicos avalan el doble camino de las complementarias, sin abandonar nunca el tratamiento médico, aún en el ámbito profesional hay mucha discusión. Brian Weiss es un médico psiquiatra que publicó libros de espiritualidad queriendo legitimar científicamente la reencarnación, cuando no es legitimable científicamente lo que él hace; quiere pasar un tema religioso por científico.

La responsabilidad de la ciencia y la religión

¿Qué pasa con la medicina ortodoxa que da lugar a todo esto? ¿Qué no está encontrando la gente?

− Creo que ahora se está de vuelta, pero hay un paradigma antropológico muy mecanicista que estuvo presente en el estudio de la medicina general, y que examina al ser humano casi como quien examina órganos y no personas, sobre todo en la híper especialización. Hace años que ya se está de vuelta porque se tomó consciencia de que quien va al médico no es un hígado enfermo sino un ser humano que tiene muchas cosas. Algunas cuantas falencias en los tratamientos de los problemas de la salud generan que las personas busquen otros caminos.

Una cosa interesante es que no sólo la ciencia, también las religiones tradicionales dejaron vacíos en la gente, porque uno se da cuenta de que en estas cosas la gente no sólo busca curación, sino también un camino espiritual, un sentido de trascendencia. Busca sanidad en un sentido muy amplio. También aquí la crisis de las religiones institucionales abrió la cancha a los modelos alternativos y ahí es donde entró todo.

¿El pensamiento mágico que mencionó?

− Primero eso; hay un aumento en ese pensamiento, en la irracionalidad y en la desconfianza en la ciencia que es producto de la crisis del pensamiento científico del siglo XX, después de dos guerras mundiales. Hay muchas razones para ese crecimiento. ¿Y qué sucede? Si la única verdad la tenía la ciencia y ni ella la tiene, ¿dónde está la verdad? Entonces, hoy no le importa a nadie la verdad, sino lo que es útil. Lo que dicen algunos analistas de la cultura, es que el problema de hoy es un pragmatismo excesivo. Lo que importa es que las cosas me sirvan, da igual si son buenas o malas, falsas o verdaderas; ese no es mi problema. Es una especie de resignación: ‘yo no lo puedo entender todo, pero si me soluciona, adelante’.

La necesaria mentalidad crítica

¿Si en tiempos de coronavirus alguien dice que para evitar el contagio hay que comer jengibre o ducharse con agua fría, eso vale tanto como lavarme las manos o aislarme?

− Ojalá hagas las dos cosas. Creo que en esto hay que ser críticos y sumar aquellas cosas que vemos que no nos hacen daño. Tiene que haber apertura mental, pero sin caer en la ingenuidad. Creo además que en Uruguay, la falta de estudios religiosos por un exceso de laicismo –una cosa es no hablar de Dios y otra es no saber de religiones– hace que muchas personas no distingan un culto budista serio, de una caricatura creada hace dos días.

El mindfulness, por ejemplo, aplica técnicas del budismo zen que fueron secularizadas a Occidente, y por lo tanto detrás de eso hay un método serio milenario que ayuda a bajar la ansiedad y al que ahora se le agregó investigación científica. Ahora, si tu instructor de mindfulness te dice que te va a imponer las manos, ya es otro problema.

¿Hay reglas para discernir entre una cosa y otra?

− Yo a veces lo llamo diferenciar entre el charlatán y la persona honesta. Hay cosas que se repiten, pero no creo que sean las únicas. Son cosas ante las que uno podría sospechar. La primera es si alguien dice que tiene el método infalible para curar todo. Lo que cura todo, no cura nada, pero se vende como el secreto mejor guardado. Estas propuestas en general no tienen una investigación científica seria sobre su método, ni publican en revistas como Science o Nature; se basan sólo en testimonios.

Cuando se les pregunta por esto, contestan: ‘yo esto lo doy gratis porque el negocio de la comunidad científica es que no se sepa’, y recurren a la teoría conspirativa de que la industria farmacéutica entraría en crisis si su poción mágica la tuviera todo el mundo. Para mucha gente eso es creíble. En lo que se le parece a los fenómenos sectarios, también es en el delirio de persecución.

¿Ese es el argumento del movimiento antivacunas?

− Y así es como rebrotan enfermedades erradicadas como el sarampión debido a padres que deciden no vacunar a sus hijos. Otra característica que ya mencioné es la utilización del lenguaje pseudocientífico y hermético: usan prefijos como psico, o neuro y lo pegan con astrología, que no es ciencia. Sí es una creencia muy antigua, el horóscopo asirio tiene 4.500 años, pero no es ciencia. Entonces, al usar esos prefijos pareciera que se trata de una nueva ciencia, y eso es una forma de engañar.

Además, el tono en general es siempre soberbio: ‘nosotros somos los de mente abierta, ustedes son cerrados’. En eso es muy parecido a las sectas; ‘los de afuera no nos entienden, nosotros somos los iluminados’. Por eso se da ese discurso persecutorio y mesiánico del líder.

Otra cosa muy importante a tener en cuenta, incluso cuando se trata de un profesional, es que si induce a la dependencia, es abuso. Si en lugar de ayudar a la persona a salir, a valerse por sí misma y a ser más libre y más responsable, la infantiliza y genera una dependencia en la que el terapeuta casi se vuelve un papá y termina dirigiéndole la vida, está haciendo daño. En relación a esto de la dependencia, hay casos muy reiterados de abuso sexual, en los que la persona no se siente violentada porque lo percibe como parte del tratamiento. Es una cosa muy compleja.

Daños importantes

¿Quién define quien es terapeuta?

− Ese es el problema, lo puede usar cualquiera para lo que sea, porque todo es terapia, hasta cosas mágicas como las hadas. Para finalizar, podría decir que un tema recurrente es que el terapeuta nunca tiene la culpa de lo que sale mal. Argumentan que es por falta de actitud, de fe o de espíritu positivo. Esto lo ves en algunos grupos fundamentalistas neo pentecostales, que le dicen a la gente que Dios no les concedió el milagro porque les faltó ofrendar más dinero, o no tuvieron la suficiente fe. La carga de la culpa siempre la tiene la persona, con lo que la hace pedazos.

El problema es que mientras los individuos viven esta inducción de dependencia, se van sintiendo bien. Los públicos más vulnerables son aquellos que necesitan sentirse más especiales, o por lo menos encontrar un nuevo proyecto de vida… Tenemos la ingenuidad de pensar que quienes son víctimas de estos tipos de abuso son personas con poca formación y en realidad, cualquiera puede verse afectado por una situación de vulnerabilidad: un familiar enfermo, un divorcio reciente, un fracaso laboral. Cualquier cosa que requiera contención emocional y una respuesta rápida, es terreno fértil para alguien que quiere abusar.

Igualmente, en esto no hay que caer en los extremos. No sirve salir a condenarlo todo, porque se puede meter injustamente en la bolsa a gente que hace cosas muy serias, ni decir ligeramente, ‘todo esto hace bien para la calidad de vida’. Hay que abrir los ojos porque permanentemente hay historias de gente dañada.

Hay una investigación de la psicóloga Carmen Almendros, de la Universidad Autónoma de Madrid, que da cuenta del porcentaje de personas que entraron a este tipo de terapias y salieron devastadas psicológica y emocionalmente. Otro punto es que a muchísimos no les pasa nada, lo llevan bárbaro, no les afecta y son los que dan testimonio de lo buenísimo que está. Y a veces, no reparan que hay personas con una fragilidad o vulnerabilidad distinta.

¿Por qué los saberes antiguos ahora tienen tan buena fama?

− Es cierto que la mentalidad científico-técnica marginó a las sabidurías ancestrales, y hoy hay una revalorización –para mí excesiva– de ese conocimiento. Hay muchas prácticas como el tai chi chuan, un arte de combate que los chinos crearon dentro de los monasterios taoístas. Esa disciplina claramente era un camino místico y fue parte del desarrollo de su cultura. No es una cosa que inventaron ayer; la aprendieron en los bosques observando animales…

Es decir, que se entiende en su contexto.

− Claro. Es como los indígenas con la ayahuasca en el Amazonas; lo hicieron para curar. Otra cosa muy distinta es que un centro en Montevideo haga experiencias de alucinación; son ámbitos diferentes. Hay hasta grupos que patentaron técnicas de yoga, milenarias, pero les cambiaron de nombre y las venden como nuevos métodos antiestrés.

Por eso, si me preguntan, yo recomiendo que vayan a escuelas tradicionales sean de yoga, tai chi o lo que sea, porque ahí van a estar con alguien serio; también en esto hay que discernir. Creo que culturalmente hay una necesidad, un hambre, y como hay demanda, hay oferta.

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